Iglesia Bíblica Evangélica Misionera


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Quienes somos


Somos una Iglesia Evangélica, centrada en la Palabra Eterna de Dios como la norma de fe y conducta, que cree en el Trino Dios, y se apega a las doctrinas fundamentales del cristianismo histórico.

Nuestra Visión

Anhelamos la exaltación del Dios Trino en todas las áreas de la vida de aquellos que han sido llamados a formar parte de su Pueblo.

Nuestra Misión

Sobre las personas que deseen hacerse miembros de la Iglesia:

 

 

Creemos que, en nuestro contexto social y cultural, se hace necesario precisar de manera sencilla y clara lo que esperamos de las personas que voluntariamente deseen agregarse a una iglesia cristiana como la IBEM.

 

Conformes Las Escrituras, esperamos de ellos lo siguiente:

 

1.         Una comprensión del Evangelio, a saber, lo que significa en un sentido general en cuanto a la Persona, la vida, la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo (1 Corintios 15:1-5). Que a su vez esta comprensión le permita a la persona ser capaz de expresar claramente que existe un único Dios verdadero (Isaías 45:5), revelado en la Escritura como un Dios Trino Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 28:18-20) y que existe un único mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo verdaderamente Dios y verdaderamente hombre (1 Timoteo 2:5; Juan 14:6). Cristo siendo la segunda Persona de la Trinidad, fue enviado por el Padre a morir por todos aquellos que creerían en Él (Efesios 1:3-7), y estos que creerían en Él serían llevados al conocimiento salvador de esta realidad por la obra del Espíritu Santo (Juan 16:8-11). El Espíritu Santo los lleva a ver con claridad la gloria de Jesucristo (Gálatas 1:15-16), la pecaminosidad de todos los seres humanos y en especial su propia pecaminosidad (Lucas 18:13), y nuestra necesidad absoluta de ser librados de la justa ira de Dios (1 Tesalonicenses 1:10, Romanos 3:23-25)

 

2.         Un arrepentimiento sincero y privado delante de Dios (Salmo 51:1-10), que le lleva continuamente a ver y comprender su necesidad de la obra de Jesucristo (Romanos 7:24-25), quien siendo el Hijo de Dios murió por sus pecados (Hechos 4:10-12), y que tanto el arrepentimiento como la fe le es dada sólo por Gracia (Efesios 2:1-10), y al ser alumbrado su intelecto con este precioso conocimiento, anhela bautizarse en la fe cristiana (Hechos 8:32-39), para dar testimonio público de querer morir junto con Cristo a lo que vaya en contra de la ley de Dios (simbólicamente al sumergirse en el agua), y anhela con todo su corazón resucitar a la justicia de Cristo desde ese día y para siempre (simbólicamente al salir de las aguas), todo esto sólo con la ayuda de Dios (Romanos 6:1-13)

 

3.         Que su entendimiento de la Iglesia local sea bíblico, a saber, que la iglesia es el Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12) y que sus miembros son pecadores rescatados por gracia (Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2 comparar con 1 Corintios 1:11). Que por lo anterior nunca ha existido ni existirá una congregación local perfecta (3 Juan 9,10), y que aún las mejores iglesias están sujetas a la impureza (Apocalipsis 2,3), pero pese a esto, los creyentes necesitan una Iglesia local (Hebreos 10:24-25).  

Así, la persona que anhele congregarse en una Iglesia en verdad cristiana: debe estudiar la declaración de fe de la iglesia, debe haber asistido por un tiempo a la reunión del día del Señor y los servicios de la iglesia, tiene que haber observado y conversado con los pastores y diáconos de la Iglesia el tiempo necesario para formarse una opinión sincera de la piedad cristiana de estos, y por último; creemos que debe darse el tiempo necesario para compartir con los miembros de la Iglesia en general, todo esto con el propósito de que al unirse voluntariamente para servir al Señor Jesucristo en nuestra querida Iglesia local, lo haga con la seriedad debida a una decisión tan relevante, decisión que lo único que busca es que junto a otros creyentes como él o ella, den juntos testimonio de su fe en Jesucristo, crezcan en el conocimiento de Dios, y todos sumisos unos a otros según Las Escrituras lleguemos a la ciudad santa en el cielo, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (Hebreos 13:17; Colosenses 3:12-14).

 

4.         Por lo anterior, es evidente que toda la membresía de la iglesia espera que la persona que decida hacerse miembro de nuestra Iglesia comprenda que la Iglesia es administrada y dirigida por pastores (Efesios 4:11-16; 1 Tito 1:5), que en el caso de la IBEM son elegidos por la misma congregación local (Filipenses 1:1) 

Son los pastores y junto a ellos, los diáconos de la Iglesia, quienes deberán cuidar, enseñar y orientar a los miembros de la Iglesia local, todo esto sólo conforme las Sagradas Escrituras escritas en la Biblia[1] (1 Timoteo 1:3-5)

 

5.         Esperamos que el nuevo miembro comprenda que sin duda, todo verdadero creyente pecará después de su conversión al Evangelio y lo hará todo  su peregrinar en este mundo (1 Juan 1:5-10), de ahí lo importante que es para nosotros, que quienes decidan voluntariamente hacer este viaje hacia Jesucristo junto a esta Iglesia local, lo hagan confiando única y continuamente en la obra de Jesús a su favor (Efesios 1:7; Colosenses 1.14), y que solo Cristo y no sus obras son la base de su aceptación ante el Padre, tanto en su conversión, santificación, muerte y ante el trono de justicia (Hebreos 4:14-16). Esta comprensión se sustenta en que toda la salvación es una obra de Dios dada por gracia (Efesios 2:8), que la justicia de todo creyente es un don de Dios (Romanos 4:5), y que Dios mismo nos preservará hasta el día final pues nos ha sellado con su Espíritu Santo (Efesios 1:13-14)

 

6.         Respecto a lo anterior, es importante que cada persona que anhele ser parte de una Iglesia cristiana comprenda que el proceso de crecimiento cristiano que comienza en la conversión, y que termina en la glorificación del creyente (Romanos 8:28-30), es entendido como santificación (Romanos 6:14; 1 Juan 5:4). Este proceso es progresivo, dura toda la vida, pero no puede ser realizado aparte de la Iglesia local (Romanos 15:14). En este sentido, la persona que quiera hacerse miembro de nuestra Iglesia debe comprender que la disciplina de la santificación en la iglesia local es esencial para el crecimiento cristiano, tanto personal como congregacional, y es esta disciplina de santidad, lo que Dios utiliza para el discernimiento claro y objetivo de quienes han creído verdaderamente y quienes no lo han hecho (1 Corintios 11:18-19, 1 Tesalonicenses 5:14)

 

7.         Finalmente, para llamar hermano o hermana a una persona que se congregue entre nosotros, pedimos a quienes deseen hacerse miembros de la nuestra Iglesia local, que junto a nosotros, crean y amén la venida del Señor Jesucristo en gloria por los suyos (1 Tesalonicenses 4:14.18), con esta esperanza le servimos a Él (Tito 2:13), y nos amamos fraternalmente los miembros de esta Iglesia local (1 Juan 4:7-9) llamada IBEM. (1 Corintios 16:22; Apocalipsis 22:20-21).

 


Confesión de Fe IBEM


Sobre la Biblia:


Enseñamos y creemos que todas las Escrituras fueron inspiradas por Dios (2 Pedro 1:20-21; 2 Timoteo 3:16). Cada autor fue movido y dirigido e inspirado por el Espíritu Santo (preservando sus personalidades y estilos diferentes) para escribir la Palabra de Dios, de tal forma que no contienen error alguno en la revelación original dada por Él. Esta Palabra entonces es considerada inerrante e infalible y es la única autoridad en materia de fe y práctica; sus verdades son absolutas y eternas. Las Escrituras constituyen el único estándar por el cual debemos medir todo lo que hacemos dentro y fuera de la iglesia ("Sola Scriptura").


Sobre Dios:


Enseñamos y creemos que no hay más que "Un Solo Dios" (Deuteronomio 6:4), quien es eterno e inmortal (1Timoteo 1:17), Creador y Soberano sobre todo el universo, que orquesta activa o pasivamente todo cuanto ocurre (Lamentaciones 3:37-38). Por tanto, nada se mueve en su creación sin su consentimiento. Lo que Él desea hacer siempre lo lleva a cabo (Isaías 55:11), cumpliendo así sus decretos eternos e inmutables. Dios existe en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:13-14). Cada una de estas tres personas merece la misma adoración y obediencia.

 

Enseñamos y creemos que Dios el Padre es la primera persona de la Trinidad, ordena y dispone todas las cosas de acuerdo con Su propósito y gracia (Salmo 145:8-9; 1 Corintios 8:6). El es el Creador de todas las cosas (Génesis 1:1-31; Efesios 3:9). Como el único Gobernante absoluto y omnipotente en el universo, El es soberano en la creación, providencia, y redención (Salmo 103:19; Romanos 11:36). Su paternidad involucra tanto Su designación dentro de la Trinidad como Su relación con la humanidad. Como el Creador El es Padre de todos los hombres (Efesios 4:6), pero El únicamente es el Padre espiritual de los creyentes (Romanos 8:14; 2 Corintios 6:18). El ha decretado para Su propia gloria todas las cosas que suceden (Efesios 1:11). El continuamente sostiene, dirije, y gobierna a todas las criaturas y a todos los acontecimientos (1 Crónicas 29:11). En Su soberanía El no es ni el autor de ni El que aprueba el pecado (Habacuc 1:13; Juan 8:38-47), ni tampoco anula la responsabilidad de criaturas morales e inteligentes (1 Pedro 1:17). En Su gracia El ha escogido desde la eternidad pasada a aquellos a quienes El ha determinado que sean suyos (Efesios 1:4-6); El salva del pecado a todos los que vienen a El por medio de Jesucristo; El adopta como suyos a todos aquellos que vienen a El; y El se convierte, al adoptarlos, en Padre de los Suyos (Juan 1:12; Romanos 8:15; Gálatas 4:5; Hebreos 12:5-9).


Enseñamos y creemos que Jesucristo es el único Hijo de Dios, quien fue concebido por el Espíritu Santo y nacido de María, la virgen. Él tiene igualdad y co-eternidad con el Padre (Filipenses 2:6-7). Durante su misión en la tierra se hizo semejante a los hombres, siendo al mismo tiempo verdadero hombre y verdadero Dios. Con su encarnación no perdió ninguno de sus atributos divinos. Jesucristo es el agente de la creación, ya que todas las cosas fueron creadas por Él, por medio de Él y para Él (Colosenses 1:16).


Enseñamos y creemos que Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados (Romanos 5:8) y Él es el único medio de reconciliación entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5; Hechos 4:12). Enseñamos y creemos que Jesucristo resucitó de entre los muertos conforme a las Escrituras; y que está a la diestra de la majestad de Dios en las alturas como nuestro gran Sumo Sacerdote; de donde volverá otra vez a establecer en la tierra su reino de justicia y paz. Con la resurrección de Jesucristo, Dios confirmó la deidad de Su Hijo y demostró que Dios ha aceptado la obra expiatoria de Cristo en la cruz. La resurrección corporal de Jesús también es la garantía de una vida de resurrección futura para todos los creyentes (Juan 5:26-29; 14:19; Romanos 1:4; 4:25; 6:5-10; 1 Corintios 15:20-23).

 

Enseñamos y creemos que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, a través de la cual somos regenerados, y pasamos a ser nacidos de nuevo (Juan 3:5-8). Es este mismo Espíritu Santo quien ha sido enviado a convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:7-8).


El Espíritu Santo habita en el interior de cada creyente (Romanos 8:11). Él se encarga también de santificarnos y fortalecernos (Hechos 1:8) y guiarnos a toda verdad (Juan 16:13). Al hacer esto, Él glorifica a Jesucristo (Juan 16:14), puesto que nunca busca glorificarse así mismo. El Señor Jesucristo prometió claramente en los cuatro Evangelios bautizar a la Iglesia en el Espíritu Santo (Mateo 3.11, Marcos 1.8, Lucas 3.16, Juan 1.33), siendo esta expresión sinónimo de ser llenos del Espíritu Santo, así que creemos y enseñamos que de acuerdo a la voluntad soberana de Dios, El llena o bautiza con su Espíritu a los creyentes (Hechos 2.4, Hechos 4.31, Hechos 9.17), y distribuye los dones del Espíritu Santo a cada creyente según Su voluntad (1 Corintios 12:4-11; Efesios 4:11-12), con el fin de glorificar a Jesucristo, fortalecer y edificar el cuerpo de Cristo, llenar de poder en el servicio a la iglesia de Cristo en la obra de la evangelización.

 

Rechazamos categóricamente lo que enseñan y hacen las iglesias carismáticas sobre el bautismo del Espíritu Santo y en especial los dones del Espíritu Santo.


Sobre el hombre:


Enseñamos y creemos que el hombre fue creado por Dios, a su imagen y semejanza (Génesis 1:27), lo que implica que el hombre es un ser moral con capacidad para pensar, sentir y con una voluntad propia. Dios creó al hombre sin pecado, en libertad para escoger entre el bien y el mal, pero el hombre pecó por decisión propia, manchando la imagen de Dios y esclavizando su voluntad al pecado (2 Timoteo 2:25-26; Romanos 8:6-7; Romanos 7:14; Juan 8:34,36). Por tanto, él está muerto en pecado y destinado a condenación eterna a menos que sea regenerado por el Espíritu Santo mediante la predicación del Evangelio.


Sobre la Salvación del mundo:


Enseñamos y creemos que la salvación es un regalo de Dios, obtenida por gracia solamente ("Sola Gratia"), a través de la fe solamente ("Sola Fide") (Efesios 2:8-9), en Cristo solamente ("Solus Christus") (2 Timoteo 1:9), por la voluntad soberana de Dios solamente y para la Gloria de Dios solamente ("Soli Deo Gloria") (Efesios 1:4-6; Juan 1:12-13; 6:44; Romanos 9). Enseñamos y creemos que Dios, "nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin manchas delante de él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de Su voluntad para la alabanza de la Gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el amado” (Efesios 1:4-6).

 

Aunque la salvación es una decisión divina que depende de la gracia soberana de Dios solamente, la Palabra enseña que el hombre es responsable de sus acciones (Juan 3: 36; Santiago 1:13-14). Dios le ha dado el privilegio de cooperar en la proclamación de su plan de salvación (Efesios 2:10 y 3:10).


Enseñamos y creemos que sin el derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (Hebreos 9:22) y solamente el sacrificio de Cristo en la cruz es suficiente para el perdón de nuestros pecados (1 Corintios 6:20). De esa forma pasamos de la esclavitud a la libertad, de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida (Efesios 2:1-2).


Sobre la Iglesia:


Enseñamos y creemos que todo aquel que se arrepiente de sus pecados y pone su fe en Jesucristo como Señor y Salvador, a través del Espíritu Santo, forma parte de la Iglesia universal. Esta Iglesia es el cuerpo de Cristo y por tanto ella no puede ser separada del Señor. (Efesios 1:22-23; 5:23 y Colosenses 1:24). Todos los creyentes deben participar activamente en la vida de la Iglesia (Hebreos 10:25).
    
Enseñamos y creemos que la autoridad suprema de la Iglesia es Cristo (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22). Que Dios dispuso de líderes en la Iglesia para guiar y gobernar su pueblo. Estos líderes no se hacen, sino que son reconocidos por la iglesia en la medida en que el Espíritu de Dios los hace surgir. Los pastores son los líderes espirituales de la congregación y los diáconos tienen a su cargo la parte administrativa y organizativa de la iglesia. Los pastores y diáconos de la iglesia tienen que llenar los requisitos bíblicos que aparecen en 1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-5. La congregación debe someterse a su liderazgo como enseña la Palabra de Dios (Hebreos 13:7, 17).

 

Enseñamos y creemos que la Iglesia ha sido llamada a ser santa y sin mancha (Colosenses 1:22) y a esta Iglesia se la ha dado la responsabilidad de proclamar la obra de redención y de dar a conocer la sabiduría de Dios (Efesios 3:10-11).


Sobre las ordenanzas de Cristo a su iglesia:


Enseñamos y creemos que a la iglesia se le han dado dos ordenanzas. Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Comunión en su última cena con los discípulos, (Mateo 26:26-30) para que fuese celebrada por creyentes solamente de una manera regular como un recordatorio de lo que Él hizo por nosotros en el calvario (Lucas 22:19-20; 1 Corintios 11:26). Antes de esta celebración, el creyente debe examinarse y pedir perdón por sus pecados, de lo contrario traería juicio sobre sí mismo (1 Corintios 11:27-29). 

 

La segunda ordenanza es el Bautismo por agua (por aspersión o por inmersión), que practicamos después de haber creído en Cristo como Señor y Salvador, como una representación de nuestra unión con Él, al morir al pecado y al resucitar a una nueva vida. Cada creyente debe ser bautizado voluntariamente como testimonio público de su fe en Cristo y no como vía de salvación (Mateo 28:19; Efesios 2: 8-9).


Sobre los últimos tiempos:


Enseñamos y creemos el retorno inminente de nuestro Señor Jesucristo (Mateo 24:42-44). Por tanto, debemos vivir nuestras vidas como si Cristo fuese a retornar hoy.


Enseñamos y creemos la resurrección del cuerpo de todos los creyentes y de los no creyentes al final de los tiempos (Hechos 24:15); los primeros heredarán la vida eterna y los últimos sufrirán tormento eterno (Mateo 25:31-46).
 


Nuestras Autoridades

Pastor

Aroldo Riquelme

Pastor Principal IBEM Santiago

Diáconos

Diáconos IBEM Santiago

Sebastián Salas  |  Diego Valdés  |  Javier Carilao